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lunes, 4 de abril de 2016

CUENTO SIN HADAS...¡LA REALIDAD QUE SE DESCUBRE!


LARGOS MESES SIN PUBLICAR, PERO AQUÍ ESTÁ OTRA ENTRADA DE ECO DE HADAS, ESTA VEZ CON UN CUENTO DONDE LA REALIDAD SUPERA LA IMAGINACIÓN DE LA PROTAGONISTA.
Y NO DIGO MÁS.

Karolin Vela



            LA EDAD DE LA DEMOSTRACIÓN

 Previa a la celebración matrimonial con todos los representantes de las familias nobles, tendría lugar una ceremonia privada con los novios y los padres de la novia.
La novia era una princesa llamada Brisia, quien, desde niña, fue prevenida de aquella celebración. Constantemente sus padres le recordaban que llegaría el tiempo de la verdad.
Por largos años no se lo tomó en serio, continuó con sus juegos, con sus bordados, con sus institutrices y escuchando y escribiendo las historias que su nodriza le contaba al anochecer. Pero una tarde, la rutina cambió; sus padres entraron a la alcoba y le comunicaron que iban a casarla.
-La nodriza nos dijo que hace una semana te llegó la demostración. Sabrás que te comprometimos desde que naciste-, dijo la madre.
La princesa bajó la mirada en señal de obediencia.
-¿Con quién?
- Con el joven rey de Bernia. Es uno de los reinos más poderosos y ricos. La alianza es muy deseable. ¿Estás de acuerdos que ha llegado la hora de cumplir con tu deber de princesa?-, dijo el padre.
-Sí. ¿Cuándo será?
-En un mes la ceremonia oficial, pero la otra, la más importante y de la que te hemos alertado desde hace mucho, es pasado mañana en el salón del trono; sé puntual-, sentenció la madre.
Las horas transcurrieron y el día llegó. La princesa caminó hacia el altar donde la esperaban sus padres y su prometido. Ninguno sonreía; tenían un rictus de solemnidad. Una inquietud empezó a invadirla, sus manos se tornaron frías y comenzaron a sudarle; ya no sintió ninguna ansiedad de saber ninguna verdad. Miró al piso para tomar valor, pero se asustó más porque vio que estaba parada sobre una alfombra que tenía bordada una imagen monstruosa…
El reloj lunar apuntó la media noche.
-Ya es hora- dijo el joven rey. Y los padres llevaron los anillos.
-¿Te ofrendas a mí?- dijo el prometido. La princesa movió la cabeza en forma negativa.
-¿Te niegas?- increpó; Brisia no contestó, intentó correr pero el brazo del rey la atrapó y la apretó de la cintura. Contempló a sus padres para buscar auxilio pero ellos le devolvieron una mirada dura.
-Para esto naciste-, regañó entre dientes la madre.
Y Brisia volvió a la actitud sumisa. Dejó de resistirse y escudriñó el rostro del prometido. Tenía los ojos grises, las facciones, afiladas y fuertes, y su cuerpo, bajo aquella túnica púrpura, se adivinaba vigoroso. Tenía suerte, al menos no le habían elegido un rey anciano y decadente, de piel arrugada y dientes podridos. Sí, tenía suerte, al menos la noche de la consumación no sería tan traumática. Su futuro esposo era apuesto, de hecho, a primera vista, le gustaba demasiado. Podía besarlo con gusto. ¿Por qué tuvo miedo?, se preguntó.
La princesa rodeó el cuello del rey y le ofreció sus labios. Cuando sus lenguas se tocaron, ella sintió que la piel del joven se tornaba dura y fría; abrió los ojos y los de él habían cambiado al color amarillo. Intentó zafarse del abrazo pero la fuerza del otro era descomunal. Una lengua bífida la apresaba; una piel escamosa se frotaba con su cuerpo. Abría y cerraba los ojos incrédula de la realidad: besaba al mismo reptil de la imagen en la que estaba parada.
-¿¡Qué es esto!?-, gritó horrorizada a sus padres. Pero al voltear, un terror más profundo se apoderó de su ser, al ver que el padre era igual que el prometido. Volvió a gritar hasta que el novio reptil le tapó la boca. Entonces la hermosa madre se acercó a ella, le acarició el rostro y le dijo:
-Hija mía, he aquí tu origen.

©Eco de Hadas

Todos los textos y traducciones son propiedad de la autora