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sábado, 3 de junio de 2017

SUEÑO Y DESCANSO: SCHEREZADA Y OTRO CUENTO PARA FESTEJAR A PAPÁ.


KlimtHOLA DE NUEVA CUENTA. EL VERANO SE APROXIMA Y CON ELLO LAS VACACIONES Y EL DESCANSO. Y ES JUSTAMENTE EL DESCANSO LO QUE LE HACE FALTA A MUCHOS PADRES AJETREADOS. ADELÁNTÁNDONOS A LOS FESTEJOS, FELIZ DÍA DEL PADRE Y FELIZ LECTURA. ECO DE HADAS


KAROLIN VELA

EL SUEÑO DE SCHEREZADA
"Sealmaiden" Gustav Klimt (Austrian Symbolist; 1862-1918)
Scherezada soñó que era decapitada por el sultán: lo vio con su rictus pétreo enarbolar el alfanje y cobrar su cabeza. Cuando despertó, ya no pudo distinguir si estaba muerta o si aún debía contar y contar cuentos para huir de la muerte.




PAPÁ
Papá llegó desvelado a casa, luego de varias horas de trabajo en la maquila. Mamá, un poco agitada, le abrió la puerta y le dijo:
—¡Hasta que llegas!, ¡estoy retrasada! Los niños ya están dormidos.Papá esbozó una sonrisa; con extrema placidez, calculó que tendría al menos una hora para desquitar algo del infinito sueño que arrastraba desde que era padre: desde los incesantes llantos de madrugada. “Dormir, dormir, dormir”, circuló en su mente mientras se quitó los zapatos y los calcetines. Entró al cuarto. Ahí estaban sus hijos, hechos un ovillo de ternura con sus caritas suaves y regordetas. A papá se le dobló el corazón; quiso besarlos y apretarlos, pero no, estaban muy bien así; ellos no debían despertar hasta dentro de sesenta minutos (gloriosos sesenta minutos de egoísmo). Se recostó, contempló una vez más el rostro de sus niños y ¡plaf!, cayó dormido.
A los pocos minutos los hijos abrieron los ojos y al ver a papá, rieron y se le treparon al pecho; lo abrazaron, lo llenaron de besos para despertarlo, pues ellos querían jugar, pero él se empeñaba en seguir dormido. Dormir no era divertido por eso se bajaron de la cama y salieron del cuarto.
Y papá, hechizado por el sueño, no extrañó en nada a los cuerpecitos de sus hijos, quienes siempre lo orillaban al filo de la cama. Papá gozaba de una extensa libertad de movimiento: podía extender a todo gusto los brazos y las piernas. ¡Qué agradable sueño!, tan agradable que soñaba con árboles frondosos, ricos desayunos de huevos estrellados, postres, pasteles de queso y gelatinas de limón … ¡Ay!, pero ya no pudo seguir soñando. Papá escuchó un ruido diminuto que provenía de Dios sabe de qué parte, probablemente de su cabeza o de su pecho. Aquel ruidito venía acompañado de un sobresalto, de una sensación que le aconsejaba estar en guardia. ¿Debía despertar? No, no, aún se deshacía de cansancio. “Quédate en la cama, sigue dormido. Todo está bien, nada está mal”, pensó. Sin embargo, el sentido del deber era más fuerte. Con el dolor del sueño asesinado, volvió a la vigilia. Cuando vio que sus hijos no estaban en el cuarto, tragó saliva, respiró profundo y salió a buscarlos. Los escuchó estornudar. Estaban en la cocina. Caminó despacio y, con un vago temor, abrió la puerta. Papá descubrió que sus sueños se convirtieron en realidad: ante él estaba un árbol formado con veinticuatro huevos estrellados en el piso, y coloreado con la gelatina de limón que mamá había hecho ayer.


©Eco de Hadas

Todos los textos y traducciones son propiedad de la autora